miércoles, 20 de enero de 2010

UN ACERCAMIENTO DESDE LA BIOPOLÍTICA AL TERRITORIO (2)

Durante los dos últimos siglos la acción de la biopolítica ejercida desde el poder ha centrado su meta en el individuo: “…estableciendo el carácter de la subjetividad como producción, una segunda cuestión es que esta producción no está centrada en el individuo, sino que es el resultado de la composición de múltiples y heterogéneos vectores de subjetivación que atraviesan a estos…El individuo, como afirma Guattari, está en una posición de terminal respecto de los procesos que implican grupos humanos, conjuntos socio-económicos, máquinas informáticas, etc.” PÉREZ DE LAMA 2009. Por ello, la acción del poder sobre estas alteridades no-humanas se basó en el escarnio público y, mientras la acción biopolítica sí se planteó el condicionar mentalmente al individuo respecto a estas alteridades, descuidó los modos en que sufren el proceso estos elementos no-humanos.


Una de las principales singularidades de esta reedificación mental de lo público tiene que ver con la relación entre el hombre y las cosas como nos dice Agamben.: “…en un grifo que gotea y no se logra cerrar, en un paraguas que se vuelve del revés, […], la mirada profética de Grandville distingue, más allá del simple incidente fortuito, la cifra de una nueva relación entre los hombres y las cosas. Nadie mejor que él ha representado la desazón del hombre frente a la inquietante metamorfosis de los objetos más familiares. Bajo su pluma, los objetos pierden su inocencia y se rebelan contra el hombre con una especie de deliberada perfidia. Tratan de sustraerse a su uso, se animan de sentimientos e intenciones humanas, se vuelven perezosos y descontentos y el ojo no se asombra de sorprenderlos en actitudes licenciosas.” AGAMBEN 1977. Se deshace la relación de entendimiento con los no-humanos que nos rodean y se crea esa desconfianza hacia todo lo que rodea a la humanidad.

Así, observamos en el arroyo Jaboneros un espectáculo punitivo de primer nivel, con una serie de medidas continuas desde el siglo XVIII que no hacen sino castigar su propia naturaleza, su singularidad. Se juzga el pecado cometido, no intervienen en el juicio las circunstancias por el cual el no-humano ha llevado a cabo ese supuesto crimen. Se sigue un proceso con gran paralelismo al que ejercía el poder soberano sobre sus súbditos, quizá debido a un pensamiento respecto a los no-humanos semejante:
- Primero, mediante la acusación pública de diferentes crímenes perpetrados contra la humanidad, pero ¿es demandable el hecho de que un torrente tenga régimen torrencial? El desarraigo del individuo frente a su entorno convierte un pacto natural en una agresión desmedida de un elemento exógeno (por lo incierto) respecto a la nueva ciudad de la “seguridad”.
- Segundo, disponiendo una serie de medidas para adoctrinar al individuo sobre las consecuencias y los peligros de la alteridad. La disposición de muros de contención cada vez más altos (la altura actual de los muros se fija en función de la previsión de caudal de agua que contendrá la avenida máxima cada 500 años), la disposición de paseos para visualizar este elemento castigado convirtiendo al ciudadano en voyeur de ese escarnio,…
- Tercero, rompiendo los lazos que unen al no-humano con el territorio de los humanos. Se permiten todo tipo de abusos respecto al ecosistema de torrentes, como la eliminación de la vegetación propia, la introducción de elementos de hormigón, etc. que vuelven al torrente mucho más agresivo, y, por ello, mucho más temido y separado de la población.
- Cuarto, todas estas medidas derivan en una corriente en contra del no-humano (que podemos ver en el arrojo de basura, en las fronteras creadas por las viviendas aledañas, etc.), consiguiendo que el medio ingobernable y alternativo no sea aprovechado por la población para crear vías alternativas de poder.

Esta marginación de los elementos no-humanos como objeto en la estructura biopolítica ciudad, en la contemporaneidad se empieza a difuminar. La aparición de las teorías del actor-red convierten a estos actantes en piezas singulares e icónicas de las geografías alternativas de poder (geografías alternativas que van desde ecologistas hasta individuos que se apropian del espacio para sacar al perro), nos dice Latour: “…tomar nota de los procesos y mezclas, de las inscripciones y traducciones que nos permite realizar nuestra experiencia anterior o nuestros aparatos y riquezas acumuladas para conseguir "hacer hablar a las cosas". Siempre se trata de "colectivos" de humanos y no-humanos, siempre se hace natural-culturalmente, sin separar ambos polos realmente, pues son inseparables, como decimos: a mayor independencia y profundidad de los pretendidos "meros hechos", más "construcción" necesitan. Así es la realidad y así se la hemos contado, pese a que la separación trascendental en dos polos fue condición para la actual proliferación de híbridos natural-culturales.” LATOUR 1991. Sin embargo, el poder, apoyado en el progreso de las capacidades tecnológicas, promueve en la actualidad la inserción de los no-humanos en la lógica de la punición biopolítica.

En la tecnología política, podemos considerar que un colectivo no se hace visible hasta que otro colectivo que ya participa de esta tecnología lo “hace” visible. El proletariado, y, por lo tanto, la acción biopolítica sobre él, nace a partir de que fuera evidenciado por parte de la burguesía. En el caso de los no-humanos, la lógica biopolítica se hace cargo específico de ellos a partir de la aparición de una serie de teorías que le proporcionan entidad jurídica propia.

En las técnicas que la biopolítica utiliza para trabajar con las grandes masas poblacionales, basadas en una gestión estadística de los colectivos, se puede observar un cierto paralelismo con las que puede aplicarse al no-humano. En el caso del proletariado, lo relevante es cómo quería la burguesía que fuera el proletariado para ser útil a su estructura, con una ruptura clara en su morfología respecto a 50 años antes. Se ejerce una subjetivación, sí, pero primero una desterritorialización (en cuanto a pérdida de referencias, referido siempre al territorio existencial). En el caso de estas alteridades acuíferas la cuestión es hacerles también partícipes de la estructura sin considerar su propia morfología y desligándola de sus raíces. La desterritorialización se realiza en el Jaboneros a partir de la aparición de especies exógenas en muchos casos invasoras de las autóctonas, con algunas pequeñas actuaciones que desconectan corredores biológicos,…

Mientras la burguesía impulsó un medio para la clase obrera, en el caso de los acuíferos superficiales malagueños el medio que se está aplicando para provocar una ruptura definitiva con su territorio propio y hacerles partícipes de la estructura biopolítica es el soterramiento/ embovedado de los torrentes. En el caso del torrente subjetivarlo significa cambiar su carácter y sus lógicas. La agresividad intrínseca de este tipo de acuíferos se tratará de “medicar” mediante el paso soterrado de sus avenidas, y, en el caso de sobrepasar con sus acciones los límites acordados se le aplicarán otras medidas punitivas. Este soterramiento conllevará una deshidratación del terreno en las zonas superiores, por lo que el territorio torrente irá perdiendo progresivamente sus características propias “normalizándose”: pérdida de vegetación autóctona de manera natural, especies que varían su metabolismo para adaptarse a esta nueva estructura,… una desterritorialización aplicada a un no-humano como es el caso del arroyo Jaboneros con el único fin de que adapte sus características a las necesidades que de este territorio demanda la estructura biopolítica ciudad.

El escarnio público que sufrían los no-humanos pasa en la actualidad al castigo oculto y al enclaustramiento de esas alteridades. En el caso de los acuíferos superficiales que estructuraban Málaga hemos observado la gestión de la conciencia colectiva a través de la acusación sobre el objeto a debate (desde la administración se trata de instaurar la idea de que los torrentes “no son tales” en su tramo urbano debidos a “estar secos”), y el encierro del elemento bajo capas de hormigón, dibujando en su superficie un substrato controlable que permita su introducción en la estructura biopolítica ciudad (como en el caso del río Guadalmedina).

El proceso de punición ya se ha iniciado, como hemos dicho, en los diferentes substratos alternativos que aún configuraban la ciudad. Algunas minorías han alzado su voz ante estas situaciones, pero han acabado silenciadas en medio de debates inertes y manifestaciones minoritarias. La ciudadanía no siente esta preocupación ante el proceso que ocurre bajo sus casas. Y, sin la creación de una corriente de poder alternativo suficientemente poderoso el proceso seguirá su cauce hasta el sepulto de estas alteridades en el medio. Por esa razón considero fundamental para una intervención efectiva el estudio del surgimiento de este proceso y la apropiación de sus mecanismos. En este sentido, me parece muy relevante el mecanismo norma, explicado por Pierre Macherey a través del estudio de la obra de Foucault “…la problemática que orientó el conjunto del trabajo de Foucault se halla en la intersección de estas dos líneas de alternativa: una se refiere a la relación de la norma con los “objetos”, relación que pueda ser interna o externa, según que se refiera a una limitación (se trata de la norma en sentido jurídico) o de un límite (se trata de la norma en sentido biológico); la otra línea se refiere a la relación de la norma con sus “sujetos” que, al tiempo que dicha relación excluye o integra a estos últimos según la primera relación, las descalifica o identifica en términos de desconocimiento o de reconocimiento, de manera que los coloca de un lado o del otro que la norma separa o distingue.” MACHEREY 1989. La norma es la herramienta a través de la cual la biopolítica ejerce sus acciones. Puesto que la imposición legal de condicionantes es rechazada por la población al ser juzgada caprichosa, la norma ejerce su poder a través de la condición no reglada, es decir, asumida y aceptada por los individuos que ahora se sienten en posición de jueces y parte del sistema.

En el caso de los no-humanos esa dicotomía también está presente en la relación que les une con las estructuras humanas. Así la clasificación básica de los no-humanos depende de una relación de protección o no de las diferentes series. En el caso que nos ocupa del arroyo Jaboneros, las diferentes figuras de protección medioambientales configuran un entramado de espacios inciertos en torno a la situación legal del arroyo. En el territorio del arroyo se superponen los derechos de las cuencas hidrográficas, su confluencia con el espacio natural de los Montes de Málaga, las peticiones del monte de San Antón de ser considerado monumento natural, ciertas protecciones sobre algunas especies de matorral bajo existentes en su ribera, etc., configurando un espacio incierto que, como en el caso del río Guadalmedina, asiste a la inacción de estos mecanismos legales ante los abusos constantes que sufre su ecosistema. Esto deriva a su vez en el no reconocimiento, por parte de las mentalidades dicotómicas, de este acuífero como “sujeto de derecho” y su continua expoliación.

La norma precede en este sistema a la ley, que es impuesta a posteriori una vez la conciencia de la sociedad participa de la norma. La versatilidad de la norma ha hecho posible que la gestión del poder sea mucho más eficaz, sin perder el tiempo en medidas antipopulares, sino que actúa viendo las debilidades de los mecanismos de control hasta perfeccionarlos: “…la norma produce los elementos sobre los cuales ella obra al tiempo que elabora los procedimientos y los medios reales de esa acción, es decir, que la norma determina la existencia de esos elementos por el hecho mismo de proponerse dominarla.” MACHEREY 1989.
La consecuencia de la norma moderna es la transformación del individuo en sujeto, lo que significa para el modelo capitalista de sociedad convertir a la persona en un elemento útil para su estructura: “…ser sujetos es estar expuesto a la acción de una norma como sujeto de saber o como sujeto de poder y es depender de esa acción no solamente en lo que se refiere a ciertos aspectos del comportamiento, según la línea de partición de lo lícito y lo ilícito...ser sujeto es pues literalmente estar “sometido” pero no sin embargo en el sentido de la sumisión a un orden exterior que suponga una relación de pura dominación, sino en el sentido de esa inserción de los individuos, de todos los individuos sin excepción y su exclusión en una red homogénea y continua, en un dispositivo normativo que los reproduce y los transforma en sujetos.” MACHEREY 1989. Ser sujeto en el caso de no-humanos significa formar parte de esa estructura biopolítica que permite una repercusión en los campos productivos y reproductivos capitalistas máxima. Estos no-humanos tienen que producir, ser útiles dentro del sistema, y para ello su configuración se alterará sin tener en cuenta criterios que no formen parte de esta estructura del sometimiento. El control de la norma (o mecanismos parecidos que multipliquen las subjetividades para la disminución de los individuos sometidos) como mecanismo se evidencia como materia de trabajo para la creación de singularidades a los sistemas de poder establecidos, puesto que es la norma la que somete al individuo, y, por ende, al territorio.


La visualización de estas relaciones de poder, y las posibles alternativas de estructuración y funcionamiento de los sistemas de poder es necesaria para poder hacer partícipes a las diferentes realidades que coexisten en nuestro territorio: “…el poder no se define necesariamente en la dominación…vivir la sociedad según normas no es sustituir por un derecho racional el de la naturaleza; todo lo contrario, es manejar y regular las mismas relaciones de fuerzas que determinan, partiendo del juego libre y necesario de los afectos, el conjunto de las relaciones interindividuales.” MACHEREY 1989. Nuestra labor ha de estar relacionada con esa liberación de estas tecnologías de la opresión que son superficiales y que han derivado en situaciones extremas como las sucedidas en los acuíferos malagueños. Son sucesos ante los que han de prevalecer otras normas relacionadas con los ecosistemas, la naturaleza, la convivencia entre iguales.

Nuestro camino está en esas biopolíticas que define Lazzarato, en esas máquinas ecosóficas que defiende Pérez de Lama, en esa diversidad precaria que define Raunig, pero sobre todo en la superación de esos “saberes expertos” en la que se apoya la biopolítica y constituirse sobre la construcción común como se vislumbra en esta conversación entre Deleuze y Foucault: “…los intelectuales han descubierto después de la avalancha reciente que las masas no tienen necesidad de ellos para saber; saben claramente, perfectamente, mucho mejor que ellos; y lo afirman extremadamente bien. Pero existe un sistema de poder que obstaculiza, que prohíbe, que invalida ese discurso y ese saber. Poder que no está solamente en las instancias superiores de la censura, sino que se hunde más profundamente, más sutilmente en todo la malla de la sociedad…El papel del intelectual no es el de situarse “un poco en avance o un poco al margen” para decir la muda verdad de todos; es ante todo luchar contra las formas de poder allí donde éste es a la vez el objeto y el instrumento: en el orden del “saber”, de la “verdad”, de la “conciencia” del discurso. FOUCAULT 1980. El saber ya no es materia del experto puesto que no puede existir el experto territorial previo a la experiencia territorial, y la experiencia territorial es un proceso continuamente novedoso dado que el territorio siempre se está construyendo. Los territorios alternativos del conocimiento se encuentran en ese espacio incierto y en continua construcción existente entre el conocimiento individual y el diálogo colectivo, donde las pulsiones individuales se superponen a la vez que se entregan a la estructura común.

En el primer párrafo de este escrito me he referido a una cita de Richard Stallman, uno de los creadores del software libre. Mi interés por el libro se centra en parte en la materia técnica que lleva a crear una alteridad en el sistema de este calibre, pero sobre todo en las cuestiones que plantea el autor en relación a la importancia de la moralidad frente a la tecnología creada como en este extracto: “Pero el interés en el software crece a un ritmo superior que la conciencia de filosofía en que se fundamenta, y esto plantea ciertas dificultades. Nuestra capacidad para hacer frente a los desafíos y las amenazas anteriormente descritos dependerá de nuestra voluntad de mantenernos firmes en nombre de la libertad. Para convencer de ello a nuestra comunidad, habremos de difundir la idea entre los nuevos usuarios que pasen a formar parte de ella. Pero estamos fracasando: nuestros esfuerzos por atraer a nuevos usuarios a nuestra comunidad superan con creces nuestras iniciativas a la hora de enseñarles los principios de la misma. Debemos dedicarnos a ambos objetivos y compensar nuestros esfuerzos en ambas direcciones.” STALLMAN 2004.

Entiendo la moralidad que se propugna desde el libro como la construcción de una comunidad, pero desde cada individualidad. El territorio a diferencia del software libre no delimita la acción de técnicos y usuarios, sino que todos y todas somos co-partícipes y co-creadores. Es por ello, que el territorio es un espacio de creación, de práctica artística, pero de una creatividad construida en el territorio común desde el conocimiento colectivo. La desaparición de los agentes (el técnico, el artista,…) es fundamental para la autogestión de esta horizontalidad, y que el germen de la necesidad moral y la responsabilidad individual constituya la base sobre la que se construyan esas alteridades.

De este modo, la moral no puede ser decantada de un pensamiento único, sino que se construye desde cada individualidad y desde el diálogo entre los individuos. La creatividad que requiere la sociedad surge desde el continuo equilibrio/desequilibrio de fuerzas, desde el diálogo entre iguales, y para ello se debería fundamentar en el lenguaje como medio de creatividad colectiva. En el caso de la gestión de un proyecto territorial ha de ser capaz de introducir ese vector comunicativo para la producción eficiente de territorios alternativos. No sólo es necesario desterritorializar a los individuos separándolos de los sistemas que ahogan su existencia, es necesario negociar y hacer partícipe a los individuos con sus quejas y demandas de esa nueva territorialización, crear en común las actividades y conseguir que esta cuestión moral común sea el vínculo sobre el que se edifiquen estos territorios alternativos.

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
AGAMBEN, Giorgio: La palabra y el fantasma en la cultura occidental. 1977. Pre-Textos, 1995
FOUCAULT, Michael: Vigilar y Castigar. 1975. Siglo XXI, 1979
FOUCAULT, Michael: El nacimiento de la biopolítica. 1977. Revista Archipiélago núm. 30, 1979
FOUCAULT, Michael: Los intelectuales y el poder. Incluido en “Microfísica del poder”. 1980. Fuente web
LAZZARATO, Maurizio: Del biopoder a la biopolítica. 2000. Revista Multitudes, núm 1, 2000.
MACHEREY, Pierre: Sobre una historia natural de las normas. 1989. Gedisa, 1995
PÉREZ DE LAMA, José: El arte como máquina ecosófica. Guattari más allá de Guattari. 2009. Fuente web
RAUNIG, Gerald: La inseguridad vencerá. Activismo contra la precariedad y MayDay Parades. 2004. Fuente web
SERRANO, Eduardo: El territorio es un proceso: protoarquitecturas. 2002. Fuente web
SERRANO, Eduardo: Capitalismo y territorio. 2003. Tesis publicada vía web. Fuente web
STALLMAN, Richard: Software libre para una sociedad libre. 2004. Traficantes de Sueños,2004.

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